SILENCIO SE RUEDA: PADRES POR DESIGUAL

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Por Diego Freire

La masculinidad ya no es un lugar férreo y monolítico, sino que está comenzando a aceptar muchas acepciones distintas y variaciones, aunque sin salirse aun del mismo epicentro. En una de estas variaciones nos encontramos a Brad Taggart (Will Ferrell), un hombre ya maduro que se encuentra con la tarea de criar a unos hijos que no son suyos, pero ama con locura y su mayor deseo es ser aceptado por estes. Brad, sin embargo, no sigue los modelos habituales de la masculinidad. Esto se verá reforzado por la llegada de Dusty (Mark Wahlberg), ex-marido de su mujer y padre de sus hijos adoptivos. Ambos lucharán por dominar esta familia, sin ser conscientes de que es la familia la que lo domina a uno. 

Padres por desigual parece ser una comedia ligera para la época estival, pero esconde un trasfondo negro sobre la familia nuclear y la problemática de no ser un hombre como se espera de cualquier hombre a la hora de enfrentarse a los conflictos. Ese es Brad, en el cuerpo enorme de Will Ferrell, que juega su mejor baza de hombre extraño y dulce (como ya había hecho en Elf). Sin embargo, se verá barrido por el mucho más bajo, pero tremendamente fuerte y viril Dusty. Tal es la falta de masculinidad de Brad que este es esteril e incapaz de satisfacer los deseos de un nuevo hijo de su esposa. Todo el film sigue girando sobre estos conceptos: se repite un número infinito de veces la palabra “viril”, se incide en lo mucho que llora Brad, en el cuerpazo de Dusty. Tan extrema es la caracterización de ambos que no puede evitar verse como una ridiculización de la idea de la masculinidad como un lugar donde se encierra una serie de valores inalterables a los que aspirar. 

Ya decíamos antes, aunque su apariencia es la de una comedia blanca sin mácula sobre la superación, su trasfondo es mucho más oscuro. Desde el momento en el que las cartas se ponen en la mesa, todo avanza de golpe de guión (a veces literales) en golpe de guión sin salirse de su carril. Muy similar a Malditos vecinos, aquella con Zach Efron y Seth Rogen, acaba por ser una historia sobre la madurez y la aceptación de lo normcore, esa tribu urbana que aboga por lo corriente y lo habitual. Brillan, eso sí, esos otros personajes masculinos que aparecen de vez en cuando, como punto cómico momentáneo: Thomas Hayden Church, como ese intento de ligón que en realidad solo tiene historias horribles y deprimentes, y Hannibal Buress, el tranquilo gorrón. Quizá en otras manos hubiese sido más introspectiva, más rebuscada o menos plana, ya puestos. 


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